Jesús y sus discipulos
Juan Molinar Horcasitas
01 de febrero de 2006
Jesús y sus discípulos
A HORA comprendo. Debo confesar (y la palabra confesar viene a cuento) que la entrevista que le hizo Joaquín López-Dóriga al señor Andrés Manuel López Obrador me sirvió para ratificar algunas percepciones que tengo sobre la personalidad del candidato presidencial del PRD-PT-Convergencia. También me sirvió para confirmar mi opinión sobre el equipo que lo rodea. Y me sirvió, finalmente, para documentar una preocupación que tengo respecto de lo que López Obrador tiene en mente para el futuro de México. Compartiré con usted estos tres puntos. Usted dirá si los comparte o no.
El primer punto tiene que ver con la percepción que López Obrador tiene de sí mismo. Ya me había causado resquemor el gusto reiterado en compararse con Benito Juárez. Subrayo el verbo: compararse. Porque al principio me pareció que simplemente profesaba admiración por el personaje, pero conforme reiteraba sus referencias, parecía cada vez más claro que su mensaje es que él cree ser Benito Juárez.
En este aspecto, no olvido el despropósito de anunciarnos a todos los mexicanos la noticia de que si fuese elegido presidente de la República se mudaría a vivir a Palacio Nacional. Ya nada más falta que nos diga que le cambiará el colchón a la cama de Juárez y que ahí dormirá. Por supuesto, su encarnación de Juárez la complementó con la vulgaridad que le caracteriza, al llamar "Maximilianos" a sus adversarios. Ya nada más nos falta que nos diga que si llega a la Presidencia llevará a sus adversarios a Querétaro, para mostrarles el cerro de las Campanas. No es guasa. Cuando un personaje se cree esos rollos en serio, y parece que López Obrador lo hace, más vale guarecerse.
Pero si su encarnación de Juárez es escandalosa, y la referencia a sus adversarios como "Maximilianos" suena ominosa, la última comparación es preocupante. Esta vez, Andrés Manuel volvió a compararse con Jesús. Sí, con Jesucristo. Y no es la primera vez.
Cuando Joaquín López-Dóriga le preguntó cuál era su religión, López Obrador contestó "soy católico, fundamentalmente cristiano porque me apasiona, me gusta la vida y la obra de Jesús, que fue perseguido en su tiempo, espiado por los poderosos de su época, lo crucificaron". La respuesta es sintomática. Tiene al menos dos vertientes que reflejan su personalidad.
La primera es que su respuesta fue una evasiva, a mi juicio innecesaria, pues decir que es "católico, fundamentalmente cristiano", es su manera de decir que es cristiano, no católico. Me parece que decir con claridad que no se es católico no debe ser motivo de preocupación en un candidato, aunque quizá piense que manifestar con claridad su creencia religiosa puede acarrearle pérdidas electorales de la mayoría católica. Si así fuese, sería un tema de preocupación nacional. Como sea, López Obrador prefirió disimular su fe con una evasiva. Es su derecho.
Otro ángulo de esta respuesta, mucho más preocupante, es el aspecto que AMLO rescata de la vida de Jesús: enfatiza el hecho de que fue perseguido por los poderosos, que lo crucificaron. De haber sido un poco mayor el lapsus, hubiera dicho que lo desaforaron. Para allá iba, no lo dudo. Sólo la cortesía de su entrevistador lo salvó de un descalabro mayor, pues Joaquín López Dóriga de inmediato lo acotó diciendo: "Sin ningún paralelismo, ¿no?". López Obrador reaccionó con un "no, no, para nada", pero la verdad es que si se le hubiera insistido, hubiera vuelto a compararse con Jesucristo. Subrayo: vuelto a compararse, porque aunque a veces somos de flaca memoria, quien quiera hacer una investigación al respecto encontrará que ya antes lo ha hecho. Con motivo del desafuero, en más de una ocasión, alentó que seguidores suyos lo compararan con Jesús, y él mismo lo hizo en varias ocasiones.
Este mesianismo, que lo llevó, por ejemplo, a denominar "éxodo" a la marcha política, no debe ser tomado a la ligera. López Obrador se dice tolerante pero disimula sus creencias; se dice partidario de Juárez pero utiliza motivos religiosos para movilizar a sus bases; se dice demócrata pero descalifica a cualquier autoridad que, a su leal saber y entender, "se equivoca", es decir, opina diferente a él. Mala cosa en una sociedad que consolida su carácter secular, tolerante y democrático.
Por otra parte, este político mesiánico ha logrado evadir sus propias responsabilidades históricas con el expediente de transferir sus propios atributos negativos a los demás. Ejemplo: el caso Salinas. Una y otra vez inventa que todo lo malo lo produce Carlos Salinas de Gortari, quien según él es "Malo de Malolandia". Pero se rodea de salinistas, como se lo recordó López-Dóriga, enumerando a Manuel Camacho, Socorro Díaz, Ricardo Monreal, Raúl Ojeda, Marcelo Ebrard y Leonel Cota Montaño. ¿Qué contestó el tabasqueño? Versión light del compló:
López-Dóriga: "Pero en este grupo, en estas cabezas que le mencionaba, no sólo fueron todos priístas sino salinistas".
Andrés Manuel López Obrador: "Mira, eso es lo que se plantea mucho Joaquín".
JLD: "Pero es cierto".
AMLO: "Sí, (pero) en el caso de Camacho se deslindó..."..
JLD: "Cuando (Salinas de Gortari) ya era ex presidente".
AMLO: "Sí, se deslindó y además él está colaborando como lo están haciendo otras gentes (sic) que me están ayudando".
Vámonos entendiendo. Según el candidato perredista, todo lo que se relacione con Salinas es malo, menos lo que trabaja para él. Todos los salinistas son condenables, excepto los "que se deslindan". ¿Qué es deslindarse? ¿Ante quién se deslindan? Deslindarse es abjurar del "Malo de Malolandia" y adorarlo a él, al nuevo mesías. No luce bien aspectado el futuro para quienes tengan la desgracia de no adorarlo, si es que llegase ganar.
Y este desparpajo moral, en que todo lo que se le opone es malo, porque viene del Partido Revolucionario Institucional y viene de Salinas, sin haber sido absuelto por el mesías tropical, se vuelve cinismo cuando dice los nombres de quienes se integrarían a su gobierno en posiciones de gabinete: ¡personajes allegados a gobiernos del PRI y al mismísimo Salinas! Así como lo lee usted: los tres nombres que mencionó fueron personajes relevantes del priísmo, ya sea en puestos de gabinete (un secretario de Salud en el último gobierno priísta), como funcionarios culturales (un director de Canal 22 en el gobierno priísta de Salinas, sí, de Carlos Salinas), o como consultores cercanos al gobierno.
Este mesías político puede haber compuesto las odas del Revolucionario Institucional, puede juntar a sus apóstoles priístas y purificarlos con el manto de su perdón, pero no puede borrar la historia, no puede negar lo que es cierto, como bien le dijo Joaquín López-Dóriga.
juanmolinarhorcasitas@hotmail.com
Diputado federal (PAN)